Y el viernes por la noche partimos sin dolor. Dejando atrás personas, trabajo, “esmog” (cotorra palabra, jijiji), luces, ruido y velocidad. El camión, de lo mas cómodo, si tomamos en cuenta que no podíamos esperar menos de una clase ejecutiva. ¿Por qué será que se hacen llamar “clase ejecutiva? ¿Será acaso que el pópulo no merece comodidades? ¿O será que los ejecutivos son las únicas personas que saben disfrutar de las comodidades de la vida? … En fin, un viaje largo y pesado.
A nuestro arribo a la ciudad de Pochutla la gente, cálida como acostumbra ser en el sureste, nos recibió con sonrisas y recomendaciones poco usuales. No olvidar nadar con traje de baño por aquello de los remolinos en el mar ¿?
Nuestra llegada triunfal fue al pisar el Hotel Lyoban (1988-2008), sí, veinte años de tradición respaldaban una vacación de calidá. Y sí que lo fue. Un lugar como pocos, un tanto austero, donde los aparatos eléctricos se limitaban a una licuadora en la cocina del restorán y focos de pocos watts. Esto sin duda, hacía de la experiencia algo aún mejor.
Mis dos acompañantes en este viaje, Gude y Adi fueron la mancuerna perfecta para vivir playas apacibles, cuerpos desnudos, a veces excitantes, otros vomitivos, frutos del mar exquisitos y postales llenas de chairos con ondita pacifistarevolucionaria.
Nuestros días se fueron volando en las playas cercanas, Mazunte, San Agustinillo o la playa del amor. Nuestras actividades se limitaban a: nadar, comer, leer, dormir, beber, fumar y fumar (esto en el sentido literal de la palabra), pues como nos quedó claro, Zipolite es un pueblo sin ley, donde todo mundi vive y deja vivir, fuma y deja fumar, juarjuarjuar.
Encontramos dos tres lugarcillos fabulosos, uno de ellos “La isla”, un bar a la orilla de la playa donde tocaban puro reggae, y un tipito jamaiquino extraño cantaba canciones de Bob Marley agregando un toque único al final de cada frase de toda canción, un eco que rezaba más o menos así: nou guoman nou cra a a a a iii, nou guoman nou cra a a a ai… Diversión de chicos y grandes, de pachecos y pachecas.
Otro de ellos fue un restorán de “pipzas” a la leña, donde degustamos una delicia de este platillo italiano. Por cierto, cabe mencionar que Zipolait esta próximo a convertirse en un barrio italiano si las cosas siguen como hasta ahora, estos cuates se han apoderado poco a poco de todo. Desde hostales hasta puestos de pulseritas coyoacanescas tropicalizadas con elementos de la costa.
No podemos dejar de mencionar el famoso “Pacha Mama”. Otro sitio a pies del mar donde todos, así es TODOS, los copteles TODOS los días a TODA hora, se encontraban al tu por guan. Así que por 35 varitos pudimos precoopear sin problema casi todos los días con margariras, atiborradas de “control” jeje, ruso negro o blanco, según el grado de discriminación, mojitos con harta yerguagüena machacada o de un clásico daikirikí. Eso sí, su lema era, o te pones pedo o te sacamos. Pinches tragos más cargados… Lo agradecimos.
Los días en Zipolite pasan volando, y para nosotros no fue la excepción. Partimos de ese bello lugar tal como llegamos, felices, solos y borrachos…
*Nota autorecordatoria: pendiente post de las pachecas playeras.
Esta historia continuará…
En nuestro próximo capítulo: PUERCO ESCONDIDO y su lado funesto. Patrocinado por Hostal Shalooooohoooom.
Mientras tanto, pics de grandes descubrimientos.




